Como nos explica Treleaven en su libro “Mindfulness sensible al trauma”, cuando tenemos historia de trauma (de diversa índole) puede que hayamos podido integrarla adecuadamente, pero en caso de que no, podemos acabar atrapados en síntomas traumáticos. En este último caso, determinadas sensaciones corporales o recuerdos específicos de la situación vivida pueden reactivarse en cualquier momento o circunstancia, generándonos inestabilidad, sensación de desbordamiento y, en definitiva, sufrimiento.
El Mindfulness, que nos ayuda a ser más conscientes de lo que nos sucede en cada momento, puede aportar numerosos beneficios a las personas que lo practican con asiduidad. Son muchos los estudios que avalan y demuestran empíricamente las ventajas derivadas de su uso como, por ejemplo, que disminuye la reactividad emocional, mejora la capacidad de atención y concentración, se reducen los síntomas ansiosos y depresivos, se experimenta una sensación general de mayor bienestar y relaciones sociales más conscientes y satisfactorias.
Sin embargo, en los casos en que las personas que lo empiezan a practicar tienen historia de trauma, el mindfulness no es suficiente.
Debemos tener en cuenta que en los casos de estrés postraumático el funcionamiento integrado de la amígdala, el hipocampo y la corteza prefrontal se puede encontrar desajustado. Este desajuste provoca que otras situaciones estresantes o no estresantes nos activen tanto como la situación traumática que vivimos en un pasado. Por tanto, en estos casos, prestar una atención especial, atenta y consciente a lo que estamos experimentando, como nos invita el mindfulness, podría reforzar la experiencia traumática y desajustarnos aún más.
Las personas con historia de trauma que se quieren beneficiar de las ventajas que aporta la práctica meditativa de mindfulness necesitarían apoyos y recursos concretos y específicos a su caso individual.
Además, no hay que olvidar, que el poder de la relación interpersonal que se establece con el instructor mindfulness favorece y ayuda a que se restablezca la seguridad y confianza que necesita la persona para avanzar en el proceso de integrar los elementos que no pudieron ser integrados en su momento. Siempre y cuando el instructor esté capacitado y formado para afrontar el trauma y acompañar adecuadamente a estas personas. Este proceso, como es lógico, requiere de una intervención individualizada y consistente que en los casos de práctica mindfulness (no especializada o sensible al trauma) en formato online y grupal, desde nuestro punto de vista, no lo permiten y además podría ser fácilmente contraproducente.
Por ello, en nuestros cursos de mindfulness, antes de aceptar a cualquier participante, valoramos primero a través de un cuestionario inicial, si hay historia de trauma o si se está en tratamiento farmacológico o terapéutico para poder aconsejar el formato más óptimo en su caso y hacer un acompañamiento adecuado y respetuoso.
Enfrentarnos al trauma a la ligera pone en peligro la sensación de seguridad y estabilidad de las personas (Treleaven, 2020).
Dicho esto, aprovechamos para mencionar que consideramos que la invitación a la meditación para la población general debe hacerse con cautela. Es importante que haya un entorno y contexto seguro donde podamos recoger a la persona y su experiencia. Ya que cada individuo está atravesando su propia “batalla”, tiene una historia y recorrido personal dónde se ha provisto de los recursos, refuerzos y defensas que tenía a su alcance para transitar su día a día de la mejor manera posible y éstos pueden influir a la hora de procesar y aceptar su experiencia meditativa.
Por otro lado, los beneficios del mindfulness a nivel neurofisiológico, que también han sido investigados y revisados desde hace años, tienen una influencia importante en la intervención con trauma. Algunos de estos cambios a nivel cerebral permiten y facilitan una mejor integración de eventos traumáticos. Así tenemos, por ejemplo, la mayor activación de la corteza prefrontal, que permite que podamos observar la experiencia sin reaccionar automáticamente o la disminución del volumen de la materia gris de la amígdala que hace que nuestra reactividad fisiológica a factores estresantes sea menor.
En definitiva, todos los beneficios del mindfulness pueden serlo también para los supervivientes de experiencias traumáticas siempre y cuando las enseñanzas y prácticas se transmitan de una manera personalizada y sensible a sus vivencias.
Para terminar, y como hicimos al inicio de este post, compartimos las palabras de Treleaven, “…discípulos y clientes que estén experimentando activamente síntomas traumáticos, que se sientan mentalmente inestables o que tengan tendencias suicidas…. Es probable que se beneficien antes de entrar en la práctica grupal del mindfulness propiamente dicha, de la atención individual directa con un profesional del trauma”.