Pese a no trabajar con trastornos alimentarios, ¿alguno de tus pacientes te ha transmitido que al mirarse en el espejo, rechaza la imagen que ve en el reflejo? ¿Te han trasladado preocupación por su aspecto físico? ¿Te revelan que castigan a su cuerpo por no ser suficiente? Si la respuesta a alguna de estas preguntas es sí, quizás te interese seguir leyendo.
Los problemas de imagen corporal son uno de los grandes retos que nos encontramos en consulta actualmente. Factores como la presión social, la cultura de la dieta o el uso masivo de redes sociales favorecen un ideal de belleza que está presente en la vida de los jóvenes desde muy pronta edad, un mensaje invisible que clama que, de no cumplir tu cuerpo con esos cánones, no eres válido/a ni suficiente. Estos problemas no son exclusivos de pacientes que sufren TA, aunque sí suponen un factor de riesgo para desarrollar un problema mayor en un futuro; con lo que prevenir y tratar de forma temprana este tipo de dificultades en consulta cobra especial relevancia.
Pero, ¿Qué queremos decir cuando hablamos de imagen corporal?
En líneas generales, la imagen corporal se define como la representación mental que una persona tiene de sí misma. Profundizando un poco, Rosen (1995) habla de ella como “La imagen y la evaluación mental que una persona tiene de su aspecto y la influencia de estas percepciones y actitudes sobre su conducta”. Podemos notar, entonces, que ya no hablamos únicamente de un aspecto perceptivo, sino que el término incluye aspectos evaluativos o emocionales, y también conductuales. Además, Cash añade un componente más: la inversión o la importancia que la persona confiere a su aspecto.
La preocupación por el aspecto físico es universal. Tratamos de vernos atractivos a nosotros mismos, y ponemos empeño para ello utilizando distintas herramientas (ropa, maquillaje, joyería, peinados, etc). Hasta aquí, todo tiene sentido desde un punto de vista evolutivo, y no deberíamos encontrar patología en el adorno de la parte visible del self. Cuidar a nuestro cuerpo, disfrutar de nuestra imagen física, o utilizar determinados elementos ornativos para indicar nuestra pertenencia a un grupo o a una cultura no suponen actos disfuncionales
¿Cuándo estamos ante una situación poco adaptativa? Hablamos de trastorno de la imagen corporal cuando queremos describir la afectación a nivel de funcionamiento y/o la angustia que supone para una persona la discrepancia entre el yo ideal y el yo percibido. Así, nos encontramos con pacientes que tienen serios problemas para ir a la playa en verano, pues mostrar su cuerpo les genera verdadera angustia, personas que se someten a dietas o entrenamientos deportivos exagerados, personas para las que un plan social, de incluir comida de por medio, genera tal ansiedad que prefieren evitarlo… En definitiva, personas que, esclavas de su cuerpo y de su imagen, dejan de vivir.
Como profesionales de la salud mental, es fundamental que podamos psicoeducar en términos macrosociales y con perspectiva de género, acompañando a las personas en el desarrollo de un pensamiento más crítico, realista y funcional.
La familia constituye el entorno fundamental para el desarrollo de un autoconcepto sano y autocompasivo. Los padres establecerán un estándar con el que el niño se comparará. Asimismo, las interacciones con otros contextos (escuela, iguales, ect.) contribuirán a la construcción de la imagen corporal. Otros factores de riesgo que pueden favorecer un trastorno de imagen corporal son los cambios corporales (en mujeres, en casos en los que ha habido obesidad en la infancia, y cuando se ha producido estigmatización), y el estar expuesto a trauma o abusos que hayan comprometido la integridad del cuerpo. En el mundo interno de estos pacientes, la vergüenza por el propio cuerpo se puede explicar desde el yo rechazado, que es la idea de aquello que la persona no quiere volver a ser nunca más; alguien que de hecho existió en el pasado, que ahora rechaza y que representa la imagen de lo que la avergüenza y la preocupa. La disociación se produce a partir de la distorsión de la imagen corporal, la defensa disociativa del yo rechazado y la causa principal de muchos bloqueos en el tratamiento (Seijo, 2000).
La imagen corporal negativa es un factor de riesgo para el desarrollo de trastornos de alimentación y para otros problemas de alimentación desordenada. Además, también constituye un factor de riesgo para la depresión y la baja autoestima (Bell y Rushforth, 2008).
Con este breve resumen, pretendemos ofrecerte una aproximación general al concepto de imagen corporal, e invitarte a la reflexión. ¿Cómo es tu relación con tu cuerpo? ¿Cómo has ido elaborando la percepción y la evaluación que haces de ti mismo? ¿Cómo crees que tu propia relación con tu cuerpo te influye a la hora de abordar estos problemas en consulta? ¿Qué opinas del papel de los medios de comunicación y las redes sociales en la construcción de un “cuerpo ideal”? ¿Crees que el sistema capitalista es compatible con la ruptura de la asociación entre ese “cuerpo ideal” y el atractivo físico? ¿Qué podemos hacer como profesionales tanto a nivel micro como macrosocial?
Para un abordaje transdiagnóstico de la imagen corporal, necesitaremos atender todos estos aspectos y trabajar cuestiones cognitivas, conductuales y perceptivas, así como intervenir sobre los patrones de autocuidado, la autocrítica patológica y la autocompasión, abordando las experiencias adversas y ayudando a la persona a manejar la vergüenza.
Si quieres saber más sobre esta cuestión y conocer las claves de la intervención y el acompañamiento reparador en problemas de imagen corporal, lo encontrarás todo en el curso Abordaje transdiagnóstico de la imagen corporal, de la mano de una maestra en el tema como es Gema García, que podrás disfrutar próximamente en nuestra escuela online El Faro. ¡Pronto te contamos más!