Nº de registro Sanitario C.2.2/5831

Esa no era yo

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Sentimiento de imperfección, dependencia emocional, normas inalcanzables, trampas vitales, esquemas, miedo al abandono, procastinar… Una avalancha de términos que jamás había oído en mi vida y resulta que todo eso era yo.  

ESA ERA YO. 

Y entonces, ¿qué me estaba pasando?  

Aterricé en Clínica Cabal de pura casualidad. Supongo que como todo el mundo. Aunque la decisión, en este caso, fue absolutamente mía. Y en ese momento sólo tenía una cosa clara: no podía seguir así.

26 años, periodista recién licenciada y apasionada por la naturaleza, por los animales y por viajar. Además de soñadora y entusiasta de la fotografía, disciplina en la que me había formado junto a vídeo en una FP previa a la carrera. Buenas amigas y una estupenda familia, que se preocupaba por mí.

Aparentemente lo tenía todo. Pero estaba en crisis. No podría definirse como una crisis vital, pero para mí, en aquel momento lo era. ¡Vaya si lo era!

Me sentía perdida, desamparada, frustrada y sola ¡absolutamente sola! Estaba triste constantemente, apática y el llanto me abordaba irremediablemente ante cualquier situación que se saliese un poco de la calma.

Me costaba disfrutar de las cosas sencillas y una relación sentimental con muchos altibajos que, finalmente, terminó en ruptura, me había dejado un vacío que jamás hubiese imaginado.

Un buen día decidí que aquella persona no era yo y que necesitaba ayuda. Una mano amiga que me comprendiese, pero no solo desde la amistad sino desde el conocimiento, la experiencia, la profesionalidad y el sosiego. Todo eso lo encontré en Paula.

Creo que tuvimos una conexión especial casi desde el principio. Comencé contándole mi situación actual, mis problemas, mis tristezas, mi desolación… Y ella me hizo comprender, poco a poco, mi vida de una forma global. Desde muchas perspectivas distintas.

Algo tan aparentemente sencillo como es mirarte y saber cómo eres. Conocerte, para poder decir soy de esta forma y no de esta otra. Creía que me conocía, que sabía cuál era mi personalidad, mis fortalezas y debilidades. Pero no. Había llegado a un punto tan crítico que no sabía ni quién era. Y más tarde me daría cuenta que ni siquiera antes de esa situación extrema, me conocía realmente.

Siempre me sentí orgullosa de mi fuerte personalidad y de mi carácter afable y risueño. Toda la vida tuve buenas relaciones de amistad y siempre me consideré una persona confiable y con la que se podía contar. Todo eso parecían ser mis mejores fortalezas, y lo eran, pero en el momento en el que me encontraba, todo aquello se había vuelto en mi contra. Se transformó en dependencia emocional, y dejé de ser la chica alegre que era para convertirme en una chica permanentemente melancólica y triste.

Siempre me faltaba algo. Siempre creía que me faltaba un paso más por dar para ser más feliz. Si perdía tantos kilos me sentiría mejor y sería más feliz. Si encontraba novio, por fin sería amada por alguien y encontraría la plenitud. Si conseguía un trabajo que me reportase más dinero podría viajar más y, por lo tanto, encontrar la felicidad. Incluso en esta última etapa, pensaba que si lograba controlar mi colon irritable (dolencia que estoy segura, apareció tras años de estrés emocional sostenido en el tiempo) con restrictivas dietas y alimentos innombrables, por fin, sería feliz. Pero NO.

La transformación comenzó con la ayuda de Paula. Sin ella, todo lo que logré conocer sobre mí misma en un año, me hubiese llevado 10 ó 15 años de experiencias vitales. De prueba y error. De llantos. De ansiedad. De frustración. De estrés. De meses y meses vagando por la vida con desesperación. Como ella muy bien dice, me dio las herramientas para sobrellevar la vida cuando ésta te pone a prueba. También me abrió un mundo nuevo de conocimiento hacia la psicología que, desde entonces, no he abandonado del todo. Me enseñó quién era yo, por qué sufría tanto y cuáles eran mis armas para continuar viviendo sin aferrarme de forma prolongada al sufrimiento.

Varios meses después de mi primera consulta me encontré con mi alta. La verdad que me pilló por sorpresa. Sinceramente, siempre pienso que lo que hago nunca está suficientemente bien hecho, me autoexijo en muchos aspectos. Otra trampa vital. Algo más que Paula me enseñó y que desde entonces aprendí a no dejar que me arrastre.

Fue mucho lo que aprendí. Diría que aprendí a vivir. A vivir de verdad, sin todos esos frenos autoimpuestos y esas exigencias excesivas que solo llevan a un estrés constante. Todo lo aprendido fue un auténtico alivio para mí. Ahora, sigo aprendiendo cada día y continúo trabajando con esfuerzo en mí misma. Porque esta carrera requiere constancia, ya que aunque no lo parezca, dura toda la vida.

Por todo esto, a día de hoy (a parte de otras muchas) puedo decir que tengo dos cosas absolutamente claras. La primera: Una vez aprendes cómo gestionar tus demonios, les enseñas que pueden intentar arrastrarte a las profundidades pero que tú eres más fuerte que ellos.

La segunda: AQUELLA NO ERA YO.

GRACIAS.

Beatriz Fernández Figaredo