¿Qué haces cuando las cosas se ponen feas? ¿qué haces cuando te sientes mal? ¿qué recursos tienes para calmarte?
Varias versiones de una misma pregunta que nunca olvido en la primera sesión con una nueva persona. Todos hemos ido desarrollando recursos que calman el malestar, otra cosa es que estos sean de los sanos, que ayudan a largo plazo, o de los menos funcionales, que ponen un parche que alivia en el momento, pero a largo plazo no ayudan; incluso empeoran.
Podemos desarrollar recursos somáticos, relacionales, cognitivos, materiales… Y en todos ellos podremos encontrar la versión sana o esa más disfuncional, que me ayudó mucho en algún momento, pero ya no me sirve ahora. Me encantará dedicar un tiempo a hablar de esto puesto que, aunque parece muy sencillo, lo que yo observo al realizar esta pregunta es que casi nunca somos tan conscientes de lo que verdaderamente hacemos para regular nuestras emociones.
¿Sabrías tú responder a esta pregunta?
Y una vez encontrada la respuesta, ¿puedes diferenciar entre tus recursos más y menos sanos?
Por ejemplo, si yo te pregunto si hacer deporte es un recurso sano o disfuncional, ¿qué responderías? Seguramente has pensado que el deporte es algo sano, porque el ejercicio físico lo es, sin embargo, si la pregunta fuera…
¿Es sano o disfuncional hacer ejercicio a diario, siendo que esta actividad resta tiempo de otras tareas de ocio y socialización importante? ¿Es sano o disfuncional si, el día que no hago deporte, me siento tremendamente culpable o enfadado?
Claro, no hay una única respuesta. Y es que un recurso a priori sano, puede llegar a ser perjudicial dependiendo de cómo lo utilicemos, desde dónde y para qué.
Del mismo modo, si sólo tenemos un único recurso, aunque nos funcione fenomenal, no será suficiente, ¿qué pasará cuando, por el motivo que sea, no pueda hacer deporte?
Según Peter Levine (2013) un recurso puede ser cualquier persona o cosa que te produzca una sensación de bienestar físico emocional mental o espiritual. Los recursos pueden ser evidentes o estar ocultos, pueden estar activos u olvidados, pueden ser internos, externos o ambos. Ejemplos simples de recursos externos podrían ser la naturaleza, tus amigos, tu familia, los animales, el deporte, el baile y la música, pintar, un amuleto… Algunos ejemplos de recursos internos son fuerza, calma, inteligencia, confianza, amabilidad, una práctica espiritual, sabiduría, firmeza, sensibilidad, humor, intuición…
Desde la terapia sensoriomotriz, los recursos son clasificados también según el tipo de recurso. Siendo así, podríamos hablar de las siguientes categorías: somáticos, emocionales, intelectuales, espirituales, relacionales, artístico o creativo, material o relacionado con la naturaleza. Es normal que tendamos a tener más recursos de uno o varios tipos, aunque sería fantástico poder desarrollar algunos recursos en todas las categorías. Esto nos va a garantizar más opciones a la hora de regularnos o hacer frente a las dificultades; pues no siempre, en función de las circunstancias, vamos a poder utilizar nuestros “recursos estrella”. Por ejemplo, puede ser que la naturaleza sea lo que más nos ayuda a conectar con la calma y la serenidad, pero en pleno día estresante en la oficina no tengo a mi alcance pasear por el bosque, con lo que otros recursos pueden tener más sentido en este contexto.
Siguiendo con la tesis de Levine, cuando una persona ha sufrido un trauma sus recursos instintivos para protegerse y defenderse se han visto sobrepasados y superados total o parcialmente. Los recursos pueden estar perdidos u olvidados después de un único suceso traumático y si el trauma tuvo lugar durante la infancia es posible que la persona haya tenido pocos recursos desde el principio, porque no se llegan a desarrollar.
¿Sientes que tienes muchos o pocos recursos? ¿Serías capaz de enumerarlos?
Hagamos un ejercicio para descubrir algunos de tus recursos (Levine, 2013):
Toma una hoja de papel y divide la página verticalmente en dos mitades para tener dos columnas. En una columna empieza a escribir la lista de tus recursos externos y en la otra columna haz una lista de tus recursos internos. Puedes seguir añadiendo nuevos recursos a cada lista a lo largo del tiempo. Si descubres que te faltan algunos que desearías tener como personas amigas o ejercicio físico, puedes decidir asistir a una clase de yoga o encontrar un compañero con el que salir a caminar.
Al entrar en el segundo grupo de ejercicios descubrirás cómo incorporar más plenamente los recursos de tus listas que te aportan comodidad y seguridad. Si te cuesta comenzar a escribir la lista tómate algún tiempo para recordar que te permitió superar las situaciones difíciles de tu vida, cómo les hiciste frente, qué es lo que más te ha ayudado a llegar al lugar dónde estás ahora, qué fuerzas internas pusiste en marcha en tus esfuerzos por seguir adelante… Tómate unos momentos para imaginar o sentir posibles tus recursos aunque parezcan lejanos, vagos o débiles; poco a poco notarás que van emergiendo recursos que habías perdido, encontrarás otros nuevos y fortalecerás los que están debilitados.
Puede que sea difícil para algunas personas realizar este ejercicio. Algunas personas pueden tener pocos recursos aún y otras, aunque tengan más, tienen dificultades para conectar con ellos, para sentir que tienen esos recursos y que pueden apoyarse en ellos si los necesitan. Si este es tu caso, no te preocupes si tus listas de recursos son más breves de lo que te gustaría. Todos tenemos algún recurso muy valioso, honrémoslos poniéndolo en esta lista y hagámonos más conscientes de él. Es importante que dediquemos tiempo a observar cómo enfrentamos las dificultades, qué nos ayuda a resolver algunas situaciones del día a día y qué destacan, valoran o agradecen los demás de nosotros; esto nos dará pistas para seguir ampliando nuestra lista de recursos. La idea es que sea una lista viva que se vaya completando con el paso del tiempo, porque el tiempo es experiencia y ganamos nuevos recursos a través de ella.
También te recomendamos que tengas este listado visible en algún lugar de tu casa, en las notas del móvil o que disfrutes haciendo un mural con tus recursos. Sé tan creativa como quieras, la idea es que al tenerlos presentes y accesibles, te pueda ayudar a sentirte más competente y confiada. También puedes acudir a tu lista ante una situación compleja que no sepas cómo solventar: tus recursos naturales pueden indicarte un camino orgánico para resolverla.
Referencias
Levine, P. A. (2013). Sanar el trauma. Neo Person.
Ogden, P., & Fisher, J. (2016). Psicoterapia sensoriomotriz. Desclée de Brouwer.