Nº de registro Sanitario C.2.2/5831

MI HIJO/A SE AUTOLESIONA ¿QUÉ PUEDO HACER?

autolesiones en jóvenes

Cuando una persona vive el malestar de forma muy intensa puede resultarle muy complicado tolerarlo y afrontarlo, sobre todo si no cuenta con muchos recursos o estrategias de regulación emocional efectivas. Como consecuencia, puede recurrir a alternativas impulsivas y disfuncionales para calmar o acallar el malestar, como pueden ser las conductas autodestructivas (autolesiones, consumo de sustancias, aislamiento, relaciones dañinas, conductas sexuales de riesgo, atracones…).

Cuando descubrimos que nuestro/a hijo/a se autolesiona, es muy habitual sentirnos abrumados/as y asustados/as, pensar que hemos hecho algo mal, interpretarlo como un intento de llamar la atención al no comprenderlo, angustiarnos o sentir que nos supera. Aunque es la persona que realiza estos comportamientos la única que puede frenarlos, conseguirlo puede ser complicado para ella, pues es la estrategia a la que posiblemente lleve tiempo recurriendo para afrontar su malestar. De hecho, puede ocurrir que tras un periodo de control de estas conductas, vuelvan a aparecer en algún momento difícil. Por ello, la comprensión y el apoyo familiar será un factor clave.

¿Qué es una autolesión?

Se trata de heridas hechas deliberadamente como reacción al sufrimiento de tipo emocional que la persona siente y no es capaz de gestionar. Las formas más comunes de autolesión son los cortes o arañazos en la piel, aunque también pueden ser quemaduras, golpes o arrancarse el pelo.

¿Por qué se recurre a la autolesión?

En general, conlleva un alivio inmediato del sufrimiento, aunque a largo plazo genera más malestar, culpa y vergüenza. Algunos de los motivos que pueden llevar a una persona a la autolesión son:

  • Sentir alivio.
  • Regular la intensidad de las emociones negativas (es más fácil tolerar el dolor físico que el emocional).
  • Como autocastigo (“me lo merezco´´).
  • Comunicar el dolor por incapacidad de hacerlo verbalmente (“el cuerpo autolesionado expresaría cómo me siento´´).
  • Como forma de pedir ayuda.
  • Sentir que no están soñando.
  • Sentir que tienen el control sobre ellos/as mismos/as.
  • Sentirse vivo/a o sentir el propio cuerpo para salir de estados disociativos (de desconexión, despersonalización, desrealización…).

Algunas ideas erróneas

No es poco común que ante este tipo de conductas de riesgo, los padres u otros adultos del entorno les resten importancia o las interpreten de formas equivocadas, aquí os dejamos algunas de las más habituales y una forma alternativa más realista de entenderlos.

“Son cosas de niños/adolescentes”

Hacerse daño no es una conducta evolutiva, nuestra tendencia biológica es la supervivencia y ello incluye no dañarnos. Siempre que alguien está llevando a cabo este tipo de conductas nos vamos a encontrar con que son una respuesta a un sufrimiento que no se sabe manejar de otro modo, lo que indica además una falta de recursos que habría que potenciar.

Por tanto, las autolesiones no son conductas a las que restar importancia y os animamos a consultar con un profesional especializado siempre que os encontréis en esta situación.

“Lo hace para llamar la atención”

Es cierto que a veces una autolesión comunica eso que las personas no pueden verbalizar. Dicen con hechos eso que no pueden decir con palabras. Preguntémonos qué necesitarían para poder comunicar su dolor de otra forma más sana, ¿Qué nos perciban disponibles? ¿Qué tengan claro que no les vamos a juzgar, regañar, criticar…? Podemos hacer mucho para ayudarles a comunicarse de forma más sana, lo que incluye mejorar nuestras habilidades comunicativas, de escucha y de validación.

Algo muy importante, además, es entender que alguien que necesita “llamar la atención” (y lo pongo entre comillado porque no se trata exactamente de esto) con comportamientos tan disfuncionales, es porque no la tiene, o siente que no la tiene. Todos necesitamos sentirnos vistos, importantes, y haremos aquello que sea necesario para conseguirlo.

¿Qué hacer cuando mi hijo/a se ha autolesionado?

  • Los gestos y conductas autodestructivas requieren que se les preste atención, no los ignores ni mantengas una actitud de indiferencia o minimización.
  • Evita entrar en pánico o contagiarte emocionalmente hasta el punto de perder la perspectiva y objetividad. Es fácil sentirse desbordado/a en una situación así, sin embargo debemos mostrarnos disponibles y calmados.
  • No te enfades con él/ella ni le riñas. Aunque estemos preocupados/as (no es una conducta para retarnos o molestarnos, sino que es un indicador de que algo no va bien, de que están sufriendo…). Trata de ver más allá para conectar con sus motivos.
  • Pídele (y acompáñale en esta tarea, pero sin hacerlo tú por él/ella) que se cure la herida. No curarse después de haberse hecho daño es hacerse daño dos veces. La cura es cuidado y hacia un cuidado sano de sí mismo/a es hacia donde le queremos llevar.
  • Pregunta a la persona, cuando haya pasado la crisis y se encuentre más tranquila, qué le ha llevado a hacerlo. Habla abiertamente de ello, con naturalidad, para facilitar que pida ayuda y no sea un tema prohibido en casa. 
  • Evita sermonear y hacer comparaciones propias o ajenas (“yo a tu edad, cuando tenía un problema…´´, “tu hermano a tu edad resolvía solo sus problemas´´, “a ver a quién ves tu que haga eso´´). 
  • Pregunta qué puedes hacer (que dependa de ti como familiar) para ayudarle a evitar que llegue a eso cuando pueda surgir una situación de crisis, qué necesita de ti o cómo puedes ayudar.
  • Hazle ver que no quieres controlarle, si no protegerle. Nadie quiere que sufra, tampoco que se haga daño.
  • Puedes proponer alternativas, siempre contando con su opinión (“qué te parece si…´´) y no desde la autoridad (“lo que hay que hacer es…´´).
  • Proponerle que antes de llegar a la crisis te pida ayuda y comprometerte a dársela sin juzgarle. Esta ayuda puede consistir en escucharle (más abajo aparecen algunas recomendaciones para una buena comunicación y escucha), en acordar acudir a urgencias o llamar a los profesionales que le atienden si no sabes cómo ayudarle.
  • Mejorar la comunicación cotidiana y crear un ambiente de intimidad emocional para que en los periodos más críticos la persona confíe en ti y le resulte más fácil pedir ayuda (más abajo aparecen algunas ideas para generar mayor intimidad emocional en la familia).

¿Cómo favorecer una buena comunicación en la familia y sobre todo en relación a los momentos de crisis?

  • Escucha desde la preocupación e interés por lo que tu hijo/a dice. La gente aprecia ser escuchada y que se reconozcan sus sentimientos (no intentes hacer que desaparezcan, solo reconócelos).
  • No des por hecho, anticipes o adivines. Escucha y atiende a la persona. Devuelve lo que estás entendiendo y pide confirmación de si es o no así.
  • Valida sus emociones: dales valor sin juzgar si son apropiadas o no (comprender que se siente así por algún motivo) y permite que exprese cómo se siente sin restar importancia, criticar o decirle cómo debería sentirse.
  • Puedes hacer preguntas para transmitirle interés (“¿cuánto tiempo te has sentido así?´´ o “¿qué ocurrió que disparó tus sentimientos?´´), aunque esto no implique estar de acuerdo.
  • Refleja (comenta) lo que crees haber escuchado o entendido, mostrando así tu atención e interés.
  • Selecciona el momento adecuado para hablar, en el que no haya mucha intensidad emocional o la persona no esté inmersa en alguna actividad importante para ella. Un cerebro activado no es un cerebro que pueda pensar.

¿Cómo generar mayor intimidad emocional en la familia?

La intimidad emocional es necesaria para que nuestros/as hijos/as puedan contarnos lo que les preocupa, interesa o necesitan. En la infancia, adolescencia o juventud, no gusta responder a un interrogatorio de la familia, lo que desean y necesitan es poder acudir a nosotros/as en caso de necesidad, pero manteniendo cierta autonomía. Conseguir esto, será de gran utilidad para que puedan buscar nuestra ayuda en los momentos de crisis. Algunas ideas que pueden ayudar en esto son:

  • Compartir con ellos/as lo que nos pasa, sentimos, necesitamos y nuestros intereses (adaptado a sus edades y sin ponerles responsabilidades que no les correspondan). Cuando les involucramos en lo nuestro, nos involucran en lo suyo.
  • Compartir nuestros sueños, ilusiones y pasiones. Tener objetivos y planes comunes.
  • Transmitirles que les aceptamos y queremos tal y como son, incondicionalmente, con sus principios, valores y formas de ser o vivir la vida.
  • Buscar momentos para hablar, no solo sobre el problema (que en ocasiones ocupa gran parte de la vida familiar), sino también sobre cosas corrientes y neutrales. Si es necesario, quedar a ciertas horas para charlar.
  • Reconocer nuestras limitaciones, pedir disculpas si es necesario y reparar los errores. Somos humanos y, por ende, falibles. No hay padres perfectos ni los hijos necesitan esto, necesitan unos padres que sepan reparar cuando se equivocan.

Referencias

Laborda, Y. (2020). “Dar voz al niño´´.

Mosquera, D. (2008). La autolesión: el lenguaje del dolor. Pléyades.

Mosquera, D.,  Ageitos, L., Bello, M.J. y Pitarch, S. (2009). “Llenando el Vacío: un espacio para la familia´´. 

Programa ATRAPA del Hospital General Universitario Gregorio Marañón. “Guía para familias (con hijos con alta inestabilidad emocional) ´´.