Seguro que en muchas ocasiones has escuchado el mensaje de escúchate a ti mismo, o sigue tu intuición a la hora de tomar decisiones. Pero, más allá aún, los psicólogos hablamos constantemente de la importancia de escucharnos con frecuencia. Un mensaje aparentemente muy claro, pero, ¿qué es eso que debemos escuchar? ¿a que debemos atender exactamente? Y, lo más importante, ¿cómo lo hago?
Imagina el cuadro de luces de un coche, en ocasiones algunas señales se encienden para indicarnos que algo no va bien o que el coche necesita algo. Las hay familiares y que rápidamente reconocemos, como el indicador de reserva de la gasolina, otras menos familiares pero que tenemos identificadas, como la señal del aceite, y otras que podemos desconocer si no somos expertos en la materia. En este caso, debemos hacer un trabajo de identificación, incluso puede que necesitemos ayuda con ello, pero tendremos que indagar en lugar de ignorar el aviso para evitar que se convierta en un problema mayor.
Al igual que en el cuadro de mandos del coche, en nuestro mundo interno en ocasiones se “encienden” diferentes indicadores de importancia variable y que son más a menos familiares.
En nuestro día a día podemos percibir diferentes señales que indiquen que necesitamos algo. Estas señales pueden aparecer de formas muy diferentes y con intensidad variable. A veces son muy conocidas y traen consigo mensajes muy fáciles de descifrar, como es el caso del hambre o el cansancio. Otras, las señales son claras pero el mensaje que encierran no lo es tanto como en el caso de dolores, insomnio, malestar emocional, dificultades de atención… Estas señales son en la mayoría de los casos molestas y esto no es algo que, por lo general, nos guste atender. Son molestas precisamente para que les prestemos atención, para que escuchemos ese aviso y hagamos eso que necesitamos. Y, aún así, a veces las ignoramos reiteradamente, llevando nuestros cuerpos al límite…
Cuando estas señales, incluso síntomas, además de molestarnos son difíciles de entender para nosotros, podemos desplegar todos nuestros esfuerzos para controlarlas, suprimirlas, eliminarlas e ignorarlas. Esto no resuelve el problema y por lo general contribuye a que se intensifique el malestar, puesto que cuando el cuerpo habla y no es escuchado, gritará.
La importancia de escucharse de este modo implica diferentes aspectos. No solo debemos saber que estas señales están presentes e identificarlas, es importante poner la atención en ellas, entender para qué están y qué función tiene su presencia, ¿de qué me habla? ¿Cuál es su utilidad? ¿Qué es esto que estoy necesitando ahora?
Cuando de manera consciente atendemos para qué aparecen descubrimos qué podemos hacer por nosotros mismos, qué nos falta en ese momento o qué es lo que va mal. De este modo las señales y el molesto ruido se calmarán.
Piensa en un niño que reclama tu atención. Si no le haces caso se pondrá cada vez más y más molesto: hablará cada vez más alto, te tirará de la ropa… Si sigues ignorándole la cosa se puede poner muy fea, ¿pero qué pasa si le prestas atención al niño? Que se calma. A veces creemos que poner la atención en eso desagradable lo hará aún más grande, pero la realidad es que cuando ponemos atención en ello, y lo hacemos con aceptación y amabilidad, el resultado es justo el contrario.
En terapia, entre otras cosas, aprendemos a afinar el oído interior, para escucharnos con la atención y el mimo necesarios para descubrir la necesidad de la que nos están avisando esas señales y cubrirlas de la mejor forma posible, para que nuestro mundo interno recupere la calma.