Nº de registro Sanitario C.2.2/5831

Exposición 10º aniversario

PA-35

Hace exactamente tres meses estábamos viviendo un día muy especial. Todos juntos: equipo, pacientes, familias, colaboradores… celebrábamos el décimo aniversario de Clínica Cabal en una reunión “con mucho arte”, pero sobre todo con mucho cariño flotando en el ambiente. Comimos, brindamos, reímos, nos abrazamos y disfrutamos de las obras que tan generosamente nos cedieron nuestros pacientes: textos y dibujos preciosos sobre lo que el proceso terapéutico ha supuesto para ellos. ¡Auténticas maravillas! os hemos ido dejando algunas de ellas en el blog y redes sociales y seguiremos compartiendo con vosotros poco a poco (lo bueno hay que saborearlo despacito).

Es extraño recordarlo, puesto que ese día la sala estaba llena y llovían los abrazos y justo una semana después ¡Zas! Todos confinados. Parece mentira que un día estés tan cerca de la gente y en tan poco tiempo la distancia sea el pan de cada día. Menos mal que, como hablaba con una de nuestras pacientes hace poco, la cercanía en terapia no se mide en metros.

Es extraño recordarlo, parece otra vida, y sólo hace tres meses. pero, ¿sabes qué? Recordar ese día, todo el agradecimiento y el cariño de la “familia Clínica Cabal” ha sido gasolina en la dura etapa del confinamiento. Sólo puedo dar las gracias, como hice ese día.

El agradecimiento fue el eje sobre el que giraron las palabras que tuve ese día hacia los asistentes. Los que me conocéis, sabéis que hablar en público es aún mi asignatura pendiente, a pesar de los congresos, cursos, jornadas, charlas, grupos… Sigue siendo un reto para mí. Pero ese día, aunque muy nerviosa, las palabras salieron directamente de mi corazón y qué mejor forma de cerrar este post que compartiendo mi corazón con vosotros.

Hay un vídeo grabado por una de las asistentes, pero está cortado el inicio, así que lo transcribo aquí añadiendo lo que falta.

Diez años… ¡diez años! Esta profesión me ha enseñado mucho, pero la maternidad… ¡ay, la maternidad…! La maternidad ha hecho que todo eso que he aprendido, lo integre de verdad, lo haga mío, lo incluya en mi día a día…

Los que me conocéis sabéis que yo no soy mucho de celebrar los éxitos. Tampoco eso ha estado mal, quizás gracias a ello he podido seguir exigiéndome más y más esfuerzo hasta llegar hasta aquí. Sin embargo, 10 años son muchos y mis aprendizajes han sido tales que sacar el foco de aquello que aún se puede mejorar para ponerlo en los logros es uno de los éxitos que celebrar hoy.

Así que, celebremos. Y qué mejor forma de celebrar que agradeciendo, porque aunque sea yo la que está hoy aquí pasando el apuro de hablar delante de todas estas caras atentas, Clínica Cabal es hoy lo que es gracias a muchos. Los que estáis aquí, y otros tantos que faltan, sois piezas clave que conforman este puzze.

Gracias a mi familia, a mis padres, que siempre han apoyado este proyecto, mucho antes incluso de que ni siquiera fuera una idea. No sólo me han permitido ser quien yo quería – y eso que estudiar psicología por aquel entonces era “cosas de locos”, pues en todas partes estaba escrito que no tenía ninguna salida-, sino que siempre me han hecho creer que yo podía, que era capaz y eso era lo que necesitaba escuchar. Gracias.

Gracias a Dani, mi marido. A mí me gusta presumir de que es el mejor contable que podríamos tener, pero la realidad es que es el mejor lugar seguro en el que dejarse caer en los días difíciles. No sólo siempre me ha apoyado, sino que en estos 10 años jamás ha habido la mínima queja ante mis jornadas interminables, los fines de semana de formación y estudio… No debe ser fácil convivir con algo que te roba tanto tiempo y hacerlo de esa forma tan amable y respetuosa solo puede indicar amor incondicional.

Gracias a mi equipo. Cuando Clínica Cabal nació no imaginaba llegar a tener equipo y resulta que ahora tengo uno mejor que cualquiera que hubiese soñado. Son profesionales competentes, honestas y comprometidas, pero sobre todo son buenas personas, lo que las hace fantásticas como psicólogas y como compañeras. Gracias chicas por subiros a este barco y remar duro conmigo, incluso cuando las olas nos azotan fuerte. Sobre todo cuando las olas azotan fuerte. Quiero mencionar también a Estrella, porque aunque ya no está con nosotras ha sido una pieza clave de este equipo y tengo la suerte de que siga formando parte de mi vida, como una amiga verdadera.

Gracias, por supuesto, a nuestro motor principal: todos y todas las valientes que habéis decidido tomar el camino de mirar hacia adentro, y nos habéis escogido para acompañaros en el proceso. Gracias por vuestra confianza y por todo lo que nos enseñáis, porque si hoy somos mejores terapeutas, es gracias a vosotros.

Y ya para terminar, gracias a Matías, mi hijo, porque con él he vuelto a nacer, él me ha devuelto a la vida y eso, sin duda, me hará mejor terapeuta.

Gracias a todos, de corazón, Y ahora… ¡celebremos juntos!